La Policía Nacional ha celebrado este viernes en Maspalomas (San Bartolomé de Tirajana) el acto central del Día de la Policía, presidido por el delegado del Gobierno en Canarias, Anselmo Pestana Padrón y el Jefe Superior de Policía de Canarias, Jesús María Gómez Martín

Completaron la mesa presidencial la Presidenta del Parlamento de Canarias Astrid Pérez Batista, el Alcalde del Ayuntamiento de la Villa de San Bartolomé de Tirajana, Marco Aurelio Pérez Sánchez, el Viceconsejero de Justicia y Seguridad del Gobierno de Canarias, Cesáreo Rodríguez Santos, y el General, Jefe de la XVI Zona de Canarias de la Guardia Civil, Juan Hernández Mosquera.

En el mismo se rindió homenaje a los agentes caídos en acto de servicio y se impusieron las condecoraciones al mérito policial. En total han sido condecorados o galardonados un total de 110 agentes y 18 personas ajenas a la Policía Nacional, además de 13 galardonados cuya inestimable ayuda ha sido fundamental para el desarrollo de la labor policial.

Dentro de los actos de celebración, el pasado día 23 de septiembre tuvo lugar una exposición de medios policiales en el parque Juan Pablo II en Las Palmas de Gran Canaria, donde un total de 850 niños, de diferentes colegios de la Ciudad disfrutaron de una exhibición.

El domingo día 10 de diciembre a las 12:00 horas, se celebró en la Base Aérea de Gando y en el Aeródromo Militar de Lanzarote, el acto conmemorativo de la festividad de Ntra. Sra. de Loreto, Patrona del Ejército del Aire y del Espacio, siendo este año de especial relevancia por cumplirse más de 100 años como patrona de la aviación mundial

El evento en la Base Aérea de Gando estuvo presidido por el general de división Francisco Javier Vidal Fernández, jefe del Mando Aéreo de Canarias. Siendo acompañado de diferentes autoridades civiles y militares, cuerpo consular, así como, representantes del mundo cultural y empresarial del Archipiélago.

Tras los honores de ordenanza y la revista a la fuerza, se procedió a la ceremonia de imposición de condecoraciones, y despedida de la Bandera del personal que ha pasado a la situación de reserva o jubilación y reservista de especial disponibilidad.

A continuación, el general Vidal Fernández, dirigió a los presentes unas palabras, haciendo un breve repaso de los acontecimientos más importantes acaecidos el presente año y los planes para los próximos años.

Así, inició su discurso explicando que “tal y como ha hecho desde siempre, el Mando Aéreo de Canarias ha estado trabajando de forma solidaria en el mantenimiento de la paz y seguridad internacional, desplegando medios aéreos y capacidades aeronáuticas en los distintos destacamentos que el Ejército del Aire y del Espacio tiene repartidos en el exterior de nuestras fronteras.

También ha colaborado con los diferentes organismos de la Administración, en beneficio de la sociedad canaria, especialmente en casos de emergencia y catástrofes, como sucedió en la actuación, desde la Base Aérea de Gando, de los aviones apagafuegos del 43 Grupo este verano en su labor contra los incendios forestales que afectaron a varias islas. “

Asimismo declaró que “En el Mando Aéreo de Canarias nos enfrentamos de forma inminente a importantes retos tecnológicos y de organización.” Remarcando los siguientes:

• En primer lugar, se ha iniciado las primeras actuaciones relacionadas con el programa HALCÓN, encaminado a sustituir, en un plazo de 2 a 3 años, el avión F-18 de defensa aérea que opera desde esta Base por un caza Eurofighter, más moderno y con mejores capacidades.

• Asimismo, se va a iniciar una modernización del sistema de mando y control aéreo, y en particular del centro de Mando y Control y de los 2 radares que constituyen los ojos que desde estas islas vigilan la evolución del tráfico aéreo en esta parte de España, adaptándose a estándares más modernos.

• De igual modo, se iniciarán una serie de reformas en el aeródromo militar de Lanzarote, para dotarlo de los medios e infraestructuras que necesita, para ser una base de despliegue que complemente a la de Gando en su operación diaria.

Seguidamente se interpretó el himno del Ejército del Aire y se llevó a cabo el acto de Homenaje a los que dieron su vida por España, depositando una corona de laurel en el monumento a los caídos por la patria.

El acto concluyó con un desfile aéreo y terrestre de la fuerza participante de Canarias.

En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos

Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y cariñosas.

Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.

El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.

Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:

A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundió. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos.

La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".

Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía. Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infunden miedo o temor, sino sólo "sorpresa"

En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.

Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro:

En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundió sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación

Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.

El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.

La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.

Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz...

Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.

El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.

Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.

El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.

Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.

La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.

Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.

Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.

Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.

En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.