
La popular y veterana emisora de radio "Radio faro del Noroeste" sigue su proyección hacia una mayor ampliación de su cobertura.
Tashi delek, feliz Año Nuevo Tibetano 2152. Coincidiendo con el calendario lunar, nos acercamos al Centro Budista Kagyu Shedrub Chöling de Las Palmas de G.C. para participar en la festividad del Losar, el Año Nuevo Tibetano, que se celebró el pasado viernes 28 de febrero
La pequeña gompa, como se denomina en la cultura tibetana el lugar de culto budista, se encontraba engalanada primorosamente para la ocasión, con una profusión de velas, coloridos ramos de flores y, claro, como no podía ser diferente tratándose de una fiesta de fin de año, una mesa repleta de manjares y bebidas. Al final, hay infinitud de cosas que compartimos las culturas de todo el mundo.
También la alegría de recibir un nuevo año con propósitos y retos renovados, al tiempo que despedimos el que dejamos atrás rememorando los momentos más sobresalientes y significativos. No es casualidad que el mes sagrado del ramadán islámico comience precisamente al día siguiente del Losar. Y por ahí andan, entrelazados, la cuaresma cristiana, la Semana Santa y tantas otras festividades relacionadas con el advenimiento de la primavera, con toda la carga simbólica que suponía para las antiguas culturas agrícolas, origen de todas ellas.
Aunque, en aras de la precisión, el calendario tibetano, basado en el calendario chino, es lunisolar: combina elementos de los ciclos del sol y la luna. Eso sí, cuando entra en escena la misteriosa Selene, las cosas no son tan definidas e inequívocas como con el calendario solar. Los años y los meses se ajustan aquí y allá de una forma un tanto caótica; a veces, el año comienza en un día o en un periodo no predeterminado; a veces, los meses tienen numeraciones que se repiten, etc. Todo es más flexible e impredecible, lo cual podría añadir interés a los espíritus románticos.
Este año se celebra el 2152 de la era tibetana. El año cero lo marca el reinado del mítico monarca, fundador del Tíbet, Nyatri Tsenpo, en el año 127 a.C. Bueno, más o menos, día arriba o día abajo… La precisión milimétrica nunca ha sido la aspiración de este calendario, que muy difícilmente podría ser trasladado a un algoritmo moderno de la inteligencia artificial. Otro punto para los espíritus románticos. Tal y como sucede con el calendario chino, cada año lleva aparejado un animal y un elemento adjunto que lo modula y aporta otras capas de significado.
En esta ocasión hemos inaugurado el año de la Serpiente de Madera, cuya carga simbólica le otorga ciertas tendencias o influencias. Para la cultura oriental la serpiente está asociada a la sabiduría, a la elegancia o al misterio. La sabiduría que representa, por supuesto, está a ras de suelo, muy pegada a la realidad, pero, a la vez, intuitiva y profunda. La serpiente es directa, no se anda por las ramas ni se enreda en protocolos: actúa rauda allí donde debe, al asalto, desde el flanco más recóndito e inesperado. También podría decirse que estos atributos fascinantes encierran sus peligros: la serpiente debe saber dominar sus impulsos y no ser más hiriente de lo que requiere cada ocasión, porque, además, los ataques frontales no suelen contar con segundas oportunidades.
Por otra parte, y según la astrología china, el elemento madera aporta a la serpiente un cariz resiliente y creativo. Su acción se adapta fácilmente a las circunstancias, siendo capaz de desplegar nuevos y sorprendentes recursos. Este es el motivo por el que, habiendo reunido todos estos rasgos astrológicos, se espera que el presente año que recién se inicia alumbre soluciones rápidas e imaginativas para los muchos problemas que nos acucian en la actualidad. Como si dijéramos: be snake, my friend!
Ahora bien, no olvidemos que estamos en un entorno budista. Esto quiere decir que, a efectos prácticos, puede sernos de tanta utilidad aceptar la influencia sobrenatural del cosmos sobre nuestras vidas como tomar las pretendidas características astrológicas del año en curso como guías para apoyar el desarrollo de nuestra actividad espiritual. El camino medio que propugna Buda siempre surca la fina línea que se equilibra entre el embate de las olas que sostienen todas las contradicciones. Ni ser, ni no ser, habría dicho, al contrario que el trágico príncipe danés de Shakespeare.
La ceremonia del Losar se inicia en la gompa con un acogedor silencio meditativo, tras el cual se enuncian, a través de un texto leído, los quince milagros protagonizados por el Buda cuando decidió impartir enseñanzas tras su iluminación. Se cuenta que hizo llover oro, que creó montañas, que se alzaba hasta el cielo, y muchos otros portentos. Una vez más, la literalidad de estas maravillas es lo de menos, siendo lo importante su simbolismo para estimular nuestra sabiduría. De nuevo la luna, de nuevo su invitación a lo indefinido y no literal.
Una vez concluida la ceremonia de Chenrezigk, el Buda de la Compasión, y la lectura de la Prajnaparamita, la cual, cómo no, a través de una leyenda nos explica que todos los fenómenos del universo carecen de realidad propia, como si cuanto percibiéramos fuese similar a un sueño. No en vano, el príncipe Gautama despertó del sueño de la ignorancia. Inevitablemente reflexiono sobre ello, pero por muchas vueltas que le dé al concepto de vacuidad que acabo de escuchar, no puedo evitar disfrutar de la dulce ilusión del pastel que, con gran regocijo, como alrededor de esta acogedora comunidad religiosa.
¡Tashi Delek! (Saludo tibetano que se emplea en muchas ocasiones pero, especialmente, para felicitar con ocasión del Año Nuevo.)
Son muchos los que se preguntan si en un mundo asediado por tantos conflictos, guerras o la crispación política es posible hallar la paz mental. Muy probablemente, y a tenor de los acontecimientos que pueblan la actualidad, tal aspiración nos pueda parecer una utopía
Mientras nuestra mirada se derrama anhelante hacia afuera en busca de respuestas, en el pequeño pero coqueto centro budista Kagyu Shedrub Chöling de Las Palmas, situado entre Mesa y López y Las Canteras, se desarrollaba el pasado 26 de febrero una actividad que iba justo en la dirección contraria, apostando por el silencio y la mirada introspectiva hacia nuestro interior.
Más allá de sus actividades semanales, abiertas al público y totalmente gratuitas, en esta ocasión el reclamo consistía nada menos que en la visita de un gran maestro, uno de los más renombrados y reconocidos que haya pisado estas islas afortunadas. Como cabe suponer, su sola presencia levantó una gran expectación; el centro se llenó hasta la bandera.
Es posible que, en un primer término, una figura tan afamada tuviera el efecto de infundir en los asistentes algún tipo de respeto reverencial que, finalmente, creara una atmósfera de excesiva
rigidez o distancia protocolaria. Pero nada más lejos de la realidad. A su llegada, Drupon Khenpo Lodrö Namgyal rebozaba simpatía y sencillez; nos miraba con ojos vivaces y alegres, acogiéndonos a todos con una risa contagiosa dispuesta a desatarse a la más mínima oportunidad.
Se hace necesario reseñar que su visita a Kagyu Shedrub Chöling fue concitada por el centro budista hermano Kagyu Samye Dzong de Las Palmas, deudores ambos de la misma tradición, y en cuyo centro de Lomo Apolinario el Khenpo (un título equivalente a doctor en filosofía) imparte un curso de enseñanzas budistas.
Y es que su apretada agenda debe repartirse entre las diversas responsabilidades que demanda su docencia como maestro principal de los insignes institutos de estudios superiores de filosofía budista Rigpe Dorje, en Kagyu Dechen Ling, India, y en Pullahari, Nepal, aparte de sus numerosos viajes por todo el mundo. Por tanto, disfrutar en este humilde rincón del Atlántico de unas enseñanzas de alguien tan cualificado se antoja todo un privilegio.
Tras algunas breves fórmulas rituales propias del budismo tibetano, y que tienen como objeto preparar la mente para desarrollar la meditación, el Khenpo nos asegura con total convicción que sí, que la paz mental es del todo realizable pese a los condicionamientos externos. Nos explica que para lograrla hay que ejecutar tres sencillos pasos: la disciplina ética, la meditación propiamente dicha y la sabiduría.
La disciplina ética, nos sigue instruyendo, debe entenderse como un compromiso firme de no dañarnos a nosotros mismos ni a los demás. Debe ser acompañada de una constante reflexión acerca del resultado de nuestras acciones, si son dañinas o aportan bienestar, y entonces comprometernos en evitar las primeras y cultivar las segundas.
La meditación es la práctica que asienta nuestra mente en un estado de calma, de modo que podamos observarnos mejor y ayudarnos a mantener la disciplina ética. La sabiduría, nos advierte de primeras el Khenpo, es el paso más difícil. Nos ruega que no aspiremos a realizarla en un plazo demasiado breve, sino a lo largo de nuestra vida, cosa que iremos logrando paulatinamente con la práctica sincera y continuada de los dos pasos anteriores.
A continuación, nos sugirió que enfocáramos nuestra mente en un objeto y que intentáramos mantener la atención sobre él tanto como nos fuera posible. Nos dijo que podría tratarse de cualquier objeto, imaginario o real, o también, como suele ser habitual en las prácticas de meditación budista, nuestra propia respiración. Lo dejaba a nuestra preferencia.
Después de hacer sonar un cuenco metálico, permanecimos en silencio durante unos diez minutos. Encontrarnos en una sala rodeados de tanta gente en silencio nos sumerge en un ambiente
de quietud inexplicable, se establece una especie de conexión sutil. De repente no tenemos nada que hacer, nada de qué ocuparnos, por tanto, de algún modo, después de una primera fase de
incomodidad —el silencio suele abrumarnos—, empezamos a sentirnos relajados y a gusto.
Por unos breves instantes, encontramos la paz. Y eso hace que nos preguntemos: ¿podría encontrarla también el mundo? Quizás se trate de que la paz necesita un espacio para ser cultivada y
poder crecer. El espacio de nuestro jardín interior.
La popular y veterana emisora de radio "Radio faro del Noroeste" sigue su proyección hacia una mayor ampliación de su cobertura.