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LA EXPOSICIÓN ‘PEDRO DEL CASTILLO-OLIVARES. AGUA, COLOR, PAISAJE Y PAZ’ DA A CONOCER LA OBRA MÁS PERSONAL DEL INSIGNE ACUARELISTA GRANCANARIO EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
Tras más de una década desde que tuvo lugar la última exposición dedicada al gran acuarelista grancanario Pedro del Castillo-Olivares Manrique de Lara (Las Palmas de Gran Canaria, 1922-1989), se abre al público una gran muestra antológica organizada por el Cabildo de Gran Canaria, a través de la Casa de Colón, el Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias (CICCA) y CaixaBank
La exhibición ‘Pedro del Castillo-Olivares. Agua, color, paisaje y paz’, que se organiza coincidiendo con la celebración del centenario del nacimiento del artista, se inaugura el día 16 de diciembre, a las 19:00 horas, y se extenderá hasta el 10 de febrero.
La muestra se podrá visitar de manera gratuita en las salas expositivas del CICCA en Alameda de Colón, 1, de lunes a viernes, de 10:00 a 13:30 horas y de 17:30 a 20:30. Para más información se puede visitar la página web del museo, www.casadecolon.com/exposiciones. La presentación ante los medios contó con la presencia la consejera de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, Guacimara Medina; la directora de la Casa de Colón, Elena Acosta; la responsable de Acción Social en Canarias de CaixaBank, Olga del Pino; el vicepresidente de la Fundación La Caja de Canarias, Manuel Lobo; y la comisaria de la muestra, Laura Teresa García Morales.
La consejera de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, Guacimara Medina, que participó vía telemática en la presentación de la exposición en el CICCA este viernes, día 16, reseñó la importancia de esta iniciativa como instrumento para poner de relieve el trabajo fundamental del artista grancanario. “La acuarela fue su gran pasión, a través de un gran recorrido por los paisajes grancanarios. Su particular visión del paisanaje y la identidad canaria, también queda reflejada en el imaginario colectivo de esta isla”. La responsable insular de Cultura recordó que “hay muchas obras que decoran las instalaciones turísticas del sur de la isla que desconocíamos que pertenecen a este autor. Ahora, gracias a esta exposición, va a ser posible que lo reconozcamos y pongamos en valor la obra inmensa de este gran artista grancanario”.
Manuel Lobo definió al artista como un hombre de “lo más campechano, a pesar de pertenecer a una familia célebre, y esto se refleja en su obra, en los distintos matices que tiene. Para Lobo, Pedro del Castillo está situado entre los más grandes acuarelistas y artistas de Canarias en el siglo XX y explicó: “Tuvo la capacidad de colocarse primero ante la naturaleza, que compone la mayor parte de su obra, al para después abordar un mundo más abstracto en su estudio y es lo que se ve en la última sala de la exposición, con ciertos matices de fantasía, por el cual, él transforma esa naturaleza”.
Olga del Pino, responsable de Acción Social en Canarias de CaixaBank, señaló que tanto la obra como el título elegido para la exposición la llevan a “un mundo de paz” que asocia con la figura del autor, algo que se refleja en su pintura y en su carácter íntimo. Además, la exposición te lleva a una parte desconocida de Pedro del Castillo, que tenía un registro inmenso”.
La directora de la Casa de Colón, Elena Acosta, resaltó durante la presentación de la muestra la importancia de la colaboración entre el sector cultural público y lo privado para promover la figura del gran artista grancanario.
La exposición, que está comisariada por la historiadora y crítica de arte Laura Teresa García Morales, se compone de unas ochenta piezas, entre las que se podrán ver obras del artista desde su etapa de formación junto a Francisco Bonnín Guerín (Santa Cruz de Tenerife, 1874 - 1963), hasta su última producción, realizada el mismo año de su fallecimiento.
Según explica la comisaria de la muestra, distintas secciones articulan el recorrido: ‘La escuela de Bonnín’; ‘Pintar el paisaje como modo de cuidarlo, de reivindicarlo’; ‘Reinterpretar la flora’, ‘El campo, los elementos, lo sublime’, ‘Mundos soñados’ y ‘Sinfonía de color’.
“El principal objetivo de esta exposición es poner en valor al artista, apasionado de la acuarela, que dedicó su vida a desarrollar la técnica, innovar sobre ella y promover su desarrollo entre sus nuevos valores”, explica García Morales.
“Su arte se mueve entre la interpretación del paisaje, faceta por la que es más conocido, y la invención de otros ‘mundos soñados’, en los que se acerca al surrealismo y también a la abstracción, donde halló su estilo más personal, el que perseguía principalmente su satisfacción personal”, desarrolla la experta, fundadora del proyecto ‘Concepto Cultura’.
El valor de la acuarela
Con esta exposición, en la que ha sido muy importante la colaboración de la familia del pintor con la cesión de varias obras, se pretende también poner en valor a un destacado pintor que se preocupó de llevar el género de la acuarela a la consideración de un arte mayor. De este modo, impulsó, junto con otros compañeros, como Alberto Manrique o Pablo Martín Madera, la creación de la Asociación Canaria de Acuarelistas. Este proyecto implica también una labor de redescubrimiento para la ciudadanía de este singular artista, cuya carrera ha sido estudiada de manera global, por primera vez, para llevar a cabo este proyecto.
Dentro de la exposición, además de sus obras, se podrá disfrutar de algunas otras piezas, como son los objetos que usó como modelo para algún bodegón, sus premios; sus bocetos para la realización de proyectos de gran envergadura para las decoraciones murales en hoteles del sur de Gran Canaria y fotografías personales.
Sobre Pedro del Castillo-Olivares
Pedro Del Castillo-Olivares Manrique de Lara (Las Palmas de Gran Canaria, 1922-1989) fue un destacadísimo acuarelista grancanario que llevó el género a lo más alto. Empezó pintando en su juventud y de manera casi casual, iniciándose en la pintura en el taller de su tío, Nicolás Massieu y Matos cuando, en realidad, asistía para acompañar a su prima.
Posteriormente marchó a Tenerife, donde permaneció algunos años e inició su formación con el célebre Francisco Bonnín Guerín, quien llegó a ser su gran referente artístico en el ámbito de la acuarela, mientras que Del Castillo terminaría por convertirse en su alumno aventajado.
Estudió hasta cuarto curso de Ingeniería en Madrid. Sin embargo, vio interrumpida su formación, próxima a finalizar, debido a la insostenible situación que se empezó a vivir en su casa, en lo referente a la gestión de las fincas y negocios familiares, tras la muerte de uno de sus hermanos durante la Guerra Civil Española. Debido a la presión familiar y a la llamada del “deber” que sintió, se vio forzado a abandonar sus estudios para regresar a Gran Canaria para ejercer sus responsabilidades.
Desde que se iniciara en la pintura, actividad en la que halló su verdadera vocación, desarrolló sin interrupción su carrera artística con intensidad hasta su muerte. Fue un pintor extraordinariamente prolífico y de espíritu emprendedor. Viajó mucho durante toda su vida y se posicionó prácticamente como el gran embajador del paisaje canario a través de su pintura que pudo exponer en múltiples ocasiones, por la península, en otros países de Europa y Latinoamérica y, por supuesto, en el Archipiélago canario, que recorrió en busca de inspiración.
La acuarela fue el refugio de paz donde el pintor supo indagar en la búsqueda de sí mismo como objetivo último. Amaba la vida en su maravillosa “sencillez”; sabía ver la belleza que albergaban el paisaje abierto, pero también sus detalles en un sentido interpretativo casi mágico: el brillo del sol que realza el color de las flores y las pintorescas casas canarias, el barro húmedo de un sendero de tierra después de una lluvia intensa, la bruma que desvanece los árboles o la diversidad de las flores como espectáculos de la naturaleza, que se presentaban para él como temas de un especial atractivo para ser reinterpretados artística e, incluso, musicalmente.
A pesar de su amor por estas temáticas por las que es más conocido, esta exposición pretende poner de relieve su faceta más íntima y personal, en la que el artista trabajó con ahínco por transgredir la noción de la acuarela en su concepción clásica tradicional.