Últimos días para disfrutar de la exposición ‘Pedro del Castillo-Olivares. Agua, color, paisaje y paz’

ÚLTIMOS DÍAS PARA DISFRUTAR DE LA EXPOSICIÓN ‘PEDRO DEL CASTILLO-OLIVARES. AGUA, COLOR, PAISAJE Y PAZ’ DEL ACUARELISTA EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

El día 10 de febrero se clausura en las salas del CICCA la exposición antológica dedicada al gran acuarelista grancanario Pedro del Castillo-Olivares Manrique de Lara (Las Palmas de Gran Canaria, 1922-1989), ‘Pedro del Castillo-Olivares. Agua, color, paisaje y paz’, organizada por el Cabildo de Gran Canaria, a través de la Casa de Colón y el Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias (CICCA), con patrocinio de CaixaBank, coincidiendo con la celebración del centenario del nacimiento del artista.

La exposición puede visitarse de manera gratuita en las salas expositivas del CICCA en Alameda de Colón, 1, de lunes a viernes, de 10:00 a 13:30 horas y de 17:30 a 20:30 horas.

La exposición, que está comisariada por la historiadora y crítica de arte Laura Teresa García Morales, se compone de unas ochenta piezas, entre las que se podrán ver obras del artista desde su etapa de formación junto a Francisco Bonnín Guerín (Santa Cruz de Tenerife, 1874 - 1963), hasta su última producción, realizada el mismo año de su fallecimiento.

Según explica la comisaria de la muestra, distintas secciones articulan el recorrido: ‘La escuela de Bonnín’; ‘Pintar el paisaje como modo de cuidarlo, de reivindicarlo’; ‘Reinterpretar la flora’, ‘El campo, los elementos, lo sublime’, ‘Mundos soñados’ y ‘Sinfonía de color’.

“El principal objetivo de esta exposición es poner en valor al artista, apasionado de la acuarela, que dedicó su vida a desarrollar la técnica, innovar sobre ella y promover su desarrollo entre sus nuevos valores”, explica García Morales.

“Su arte se mueve entre la interpretación del paisaje, faceta por la que es más conocido, y la invención de otros ‘mundos soñados’, en los que se acerca al surrealismo y también a la abstracción, donde halló su estilo más personal, el que perseguía principalmente su satisfacción personal”, desarrolla la experta, fundadora del proyecto ‘Concepto Cultura’.

El valor de la acuarela

Con esta exposición, en la que ha sido muy importante la colaboración de la familia del pintor con la cesión de varias obras, se pretende también poner en valor a un destacado pintor que se preocupó de llevar el género de la acuarela a la consideración de un arte mayor. De este modo, impulsó, junto con otros compañeros, como Alberto Manrique o Pablo Martín Madera, la creación de la Asociación Canaria de Acuarelistas. Este proyecto implica también una labor de redescubrimiento para la ciudadanía de este singular artista, cuya carrera ha sido estudiada de manera global, por primera vez, para llevar a cabo este proyecto.

Dentro de la exposición, además de sus obras, se podrá disfrutar de algunas otras piezas, como son los objetos que usó como modelo para algún bodegón, sus premios; sus bocetos para la realización de proyectos de gran envergadura para las decoraciones murales en hoteles del sur de Gran Canaria y fotografías personales.

Sobre Pedro del Castillo-Olivares

Pedro Del Castillo-Olivares Manrique de Lara (Las Palmas de Gran Canaria, 1922-1989) fue un destacadísimo acuarelista grancanario que llevó el género a lo más alto. Empezó pintando en su juventud y de manera casi casual, iniciándose en la pintura en el taller de su tío, Nicolás Massieu y Matos cuando, en realidad, asistía para acompañar a su prima.

Posteriormente marchó a Tenerife, donde permaneció algunos años e inició su formación con el célebre Francisco Bonnín Guerín, quien llegó a ser su gran referente artístico en el ámbito de la acuarela, mientras que Del Castillo terminaría por convertirse en su alumno aventajado.

Estudió hasta cuarto curso de Ingeniería en Madrid. Sin embargo, vio interrumpida su formación, próxima a finalizar, debido a la insostenible situación que se empezó a vivir en su casa, en lo referente a la gestión de las fincas y negocios familiares, tras la muerte de uno de sus hermanos durante la Guerra Civil Española. Debido a la presión familiar y a la llamada del “deber” que sintió, se vio forzado a abandonar sus estudios para regresar a Gran Canaria para ejercer sus responsabilidades.

Desde que se iniciara en la pintura, actividad en la que halló su verdadera vocación, desarrolló sin interrupción su carrera artística con intensidad hasta su muerte. Fue un pintor extraordinariamente prolífico y de espíritu emprendedor. Viajó mucho durante toda su vida y se posicionó prácticamente como el gran embajador del paisaje canario a través de su pintura que pudo exponer en múltiples ocasiones, por la península, en otros países de Europa y Latinoamérica y, por supuesto, en el Archipiélago canario, que recorrió en busca de inspiración.

La acuarela fue el refugio de paz donde el pintor supo indagar en la búsqueda de sí mismo como objetivo último. Amaba la vida en su maravillosa “sencillez”; sabía ver la belleza que albergaban el paisaje abierto, pero también sus detalles en un sentido interpretativo casi mágico: el brillo del sol que realza el color de las flores y las pintorescas casas canarias, el barro húmedo de un sendero de tierra después de una lluvia intensa, la bruma que desvanece los árboles o la diversidad de las flores como espectáculos de la naturaleza, que se presentaban para él como temas de un especial atractivo para ser reinterpretados artística e, incluso, musicalmente.

A pesar de su amor por estas temáticas por las que es más conocido, esta exposición pretende poner de relieve su faceta más íntima y personal, en la que el artista trabajó con ahínco por transgredir la noción de la acuarela en su concepción clásica tradicional.