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El 4 de enero de 1920 fallecía en su casa de Hilarión Eslava, en Madrid, Benito Pérez Galdós. Más de 30.000 personas acudieron a un multitudinario cortejo fúnebre por las calles de la capital. Fue una marea humana de gabanes y sombreros negros sin precedentes, captada por la incipiente fotografía de la época. Y es que ya en vida, don Benito era uno de los personajes culturales más importantes de su tiempo, además de uno de los testigos más comprometidos con la historia de España que le tocó vivir
En 2024, 104 años después de aquel acontecimiento, su legado sigue más vivo que nunca. La ciudad que le vio nacer un 10 de mayo de 1843 ha cambiado radicalmente, pero la casa natal del escritor, en la calle Cano de Las Palmas de Gran Canaria, se consolida como foco cultural para seguir manteniendo viva la llama de su extensa obra para las nuevas generaciones.
La Casa-Museo Pérez Galdós, actualmente gestionada por la Consejería de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, fue creada por la propia institución insular en 1954. Las obras de adaptación del inmueble se inician en octubre de 1958, siendo inaugurado el 9 de julio de 1960 por María Pérez Galdós Cobián, hija del escritor grancanario. Desde entonces, su función es la conservación, el estudio y la difusión del legado de Benito Pérez Galdós. A tal fin, la Casa-Museo organiza congresos internacionales, innumerables conferencias y exposiciones y ha desarrollado una línea editorial con varias colecciones propias, como ‘Arte, Naturaleza, Verdad’, dirigida por la responsable de la Cátedra Pérez Galdós, Yolanda Arencibia. Esta colección ha publicado toda la narrativa, el teatro y los cuentos en XXIX volúmenes. Desde 2013 dirige el centro museístico Victoria Galván González.
Ofrenda floral
Es una tradición que se repite también en el aniversario del nacimiento del autor canario universal. La Asociación Canaria de Amigos de Galdós (ACAG), presidida por la sobrina-nieta del escritor, Elisa Hurtado de Mendoza, en unión a la Cátedra Pérez Galdós, cuya responsable es Yolanda Arencibia, recuerda la efeméride del fallecimiento del insigne autor con una ofrenda floral, a modo de homenaje, a los pies del monumento ubicado frente al teatro que hoy lleva su nombre, una obra del escultor Manuel Bethencourt y réplica del original de Victorio Macho, que se conserva en el interior de la Casa-Museo. El acto, que incluye una lectura de fragmentos de las obras más destacadas del escritor, se celebrará a las 13:00 horas del mismo día 4 de enero y es de asistencia libre.
Grandioso homenaje
El día de la muerte de Benito Pérez Galdós, el gran poeta Marcos Rafael Blanco Belmonte escribía en ABC que “era una maravilla contemplar la naturalidad con que el maestro, ya en la senectud, esquivaba resueltamente aceptar el grandioso homenaje que intentaron tributarle muchos admiradores”.
El considerado como uno de los grandes novelistas españoles de todos los tiempos, el mayor genio de la literatura realista del siglo XIX, murió casi sin dinero en su casa madrileña, pero cargado de laureles. “Mientras más libros vendo –dijo en una ocasión–, menos dinero gano. Voy a ser el único editor que se haya arruinado a fuerza de vender muchas ediciones”.
El cariño que se le profesaron los españoles fue enorme. Su féretro fue acompañado, desde el Ayuntamiento hasta el cementerio de la Almudena, por más de 20.000 ciudadanos. “Madrileños, ha muerto Galdós, el genio que llenó de gloria la literatura de su tiempo con las asombrosas creaciones de su pluma”, dijo el alcalde de Madrid, Don Luis Garrido Juaristi, el día de su entierro.
Por allí pasaron los hermanos Quintero, Jacinto Benavente, el maestro Bretón o Miguel Echegaray, ministros, concejales, alcaldes y presidentes de las principales asociaciones literarias del país, conscientes de lo que representaba el finado… mientras que el Rey Alfonso XIII, en cuanto tuvo conocimiento de la trágica noticia, firmó un decreto por el que el Estado correría con todos los gastos y se le concederían los mismos honores que el poeta Campoamor.
Morir plácidamente
“Al alborear la aurora de ayer cayó a los pies de la muerte, frío y tenso, el cuerpo gigante del glorioso patriarca. Ya sus ojos descansan para siempre en la sombra, y su alma, en el misterio. Ya se cerró su boca que tan poco habló y se crispó su mano formidable, que de tantas maravillas fue creadora”, escribía en ABC Zurita, el mismo del que nació la idea de aquella estatua que tanto le emocionó al escritor, en las tertulias que pasaba en la alcoba de Galdós, junto al escultor Vitorio Macho, el cronista Mariano Ramírez Ángel y los hermanos Quintero.
Su delicado estado de salud se había agravado desde que el 13 de octubre de 1919 sufriera una grave crisis de uremia, con fuertes achaques cerebrales, respiratorios, circulatorios y digestivos, que le impidieron desde entonces levantarse de la cama. La madrugada del 4 de enero de 1920, los familiares de Galdós escucharon un grito angustioso que rompió el silencio de la casa. Corrieron al lado de la cama de Don Benito, que se llevaba las manos a la garganta e intentaba incorporarse. Poco después caía sobre la cama y le vieron morir plácidamente.