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La manera de encajar a las mujeres trans en el deporte de élite es una controversia, una más, que se ha visto polarizada y de la que cuesta discutir sin caer en las descalificaciones
El primer derrotado ha sido el debate. La asesora jurídica Irene Aguiar, máster en Derecho y Gestión del Deporte, asesora de clubes, federaciones y deportistas, intenta evitarlo
Basándose en estudios propios y ajenos y en investigaciones aún en curso, la experta ha puesto una voz sosegada a lo que supone para una competición deportiva femenina incluir a mujeres trans, incluso tras someterse a una terapia hormonal.
Sexo biológico y sexo sentido en una misa línea de salida, en una cancha frente a frente, en un tatami cara a cara.
"El debate no es solo que sea interesante, es que sobre todo es muy necesario. Pero se intenta cancelar. Porque se presenta como algo en contra de las personas trans y eso es lo que no es para nada. Eso solo lo dicen quienes quieren cancelar el debate", asegura Aguiar.
"Nadie está ni en contra de las mujeres trans ni de que estén integradas en el deporte, pero no a costa de que se pase por encima de las categorías divididas por sexos en las que se basa y que necesita el deporte", explica.
De los 33 deportes olímpicos de verano y los 15 de invierno en el último ciclo olímpico, solo hay uno en el que los sexos biológicos hombre y mujer compiten entre sí: la hípica.
Incluso un deportista que se autoidentifica como no binario, el patinador artístico estadounidense Timothy Leduc, optó por participar en los recientes Juegos de invierno de Pekín en la categoría masculina, si bien el COI incluyó en su ficha de participante una NB -'nota bebe'- para llamar la atención sobre su condición: "Por favor, obsérvese que la categoría de género usada anteriormente solo se refiere a una categoría de competición (femenina o masculina). El deportista se identifica como no binario".
"Es una de las incoherencias que nos hemos encontrado", observa Aguiar. "Hay quienes dicen que se debe competir según el sexo sentido o la identidad de género, pero eso excluiría a las personas no binarias que sin embargo sí compiten según el sexo biológico".
"Partimos del punto", señala, "de que las categorías deportivas se dividen por el sexo biológico y el cuerpo masculino tiene una serie de ventajas físicas sobre el femenino. Los hombres que se someten a un tratamiento hormonal de supresión de la testosterona, ¿pierden esa ventaja?".
"Hace 20 años, cuando se empezó a regular el asunto de los deportistas trans, no había certezas y, además, se conocían pocos casos. Ahora está todo mucho más estudiado y sabemos a ciencia cierta gracias a muchas investigaciones que el sexo masculino tiene ventajas que no desaparecen, ni siquiera tras un tratamiento de supresión hormonal. El problema es lo que ya ha hecho la testosterona en los cuerpos durante años y años, y que no se va", dice Aguiar.
"Con las evidencias disponibles, las categorías divididas por sexo biológico se deben mantener", sostiene.
"En el debate entre sexo biológico y sexo sentido hay que tener en cuenta que en el deporte no cuenta el sentimiento o la identidad, sino el físico. Por decir esto he recibido bastante odio, pero también mucho apoyo. No hay término medio", admite.
"Mi deseo en un mundo idílico es que hombres y mujeres compitieran juntos. Sería el summum de la igualdad. Pero la realidad es tozuda y es la que es. Si hombres y mujeres compitieran juntos, las mujeres quedarían relegadas y desaparecerían del deporte", asegura.
El caso que ha puesto el debate directamente bajo los focos en las últimas semanas ha sido el de la nadadora estadounidense transgénero Lia Thomas, que ha borrado los récords de la liga universitaria que impusieron nadadoras luego legendarias como Missy Franklin o Katie Ledecky y que saca media piscina de distancia a sus competidoras.
Lia compitió como Will Thomas hasta 2019, cuando comenzó un proceso de cambio de sexo. Cumplido el año de tratamiento de inhibición de la testoterona que exige la liga universitaria en estos casos, Lia puede participar sin limitaciones en las pruebas femeninas.
"Cuando Lia Thomas bate un récord, excluye a una mujer de ser la plusmarquista, a otra de estar en el primer puesto, a otra de estar en el podio y así en cadena. Hay cientos de afectadas", dice Aguiar.
"Se está defendiendo competir según el sexo sentido en aras de la inclusión, pero es un debate falsario. El deporte es exclusivo por naturaleza, las plazas en la competición son limitadas. Cada inclusión de una persona de sexo biológico masculino, con las ventajas que le han dado años de testosterona, en la categoría femenina, excluye, al menos, a una mujer biológica de participar; pero, si se clasifica o gana, afecta a todas las mujeres en su clasificación, de lo que depende el acceso a otras competiciones, becas, patrocinios... Su sustento económico. Son mujeres que han luchado durante décadas por igualar su participación, su reconocimiento y sus ganancias a los de los hombres", argumenta Aguiar.
Que les pregunten a las jugadoras de la selección estadounidense, cuatro veces campeonas del mundo y otras tantas campeonas olímpicas, que firmaron hace dos semanas un acuerdo con su federación por el que tendrán el mismo sueldo que el combinado masculino, cuyo mejor resultado en un Mundial fue la tercera plaza de 1930 y que en su última participación, en Brasil 2014, fue decimoquinto.
La Sociedad Europea de Endicronología publicó en 2019 un estudio titulado "Cambio en la fuerza de agarre en personas trans y su asociación con la masa corporal magra y la densidad ósea" que figura entre los que cita Aguiar para demostrar que "a igual peso y tamaño, los hombres tiene una superioridad sobre las mujeres de entre el 10 y hasta más del 50 % según los deportes". Sustituir las categorías por sexo por las categorías por peso no es, insiste, la solución.
"En pruebas de fuerza, puede llegar a un 170 % más de fuerza en los puñetazos. La superioridad es más notoria en el tren superior. Es una superioridad apabullante", dice.
La experta, graduada en Administración y Dirección de Empresas y Derecho y que ha participado en procedimientos nacionales e internacionales ante FIFA, UEFA y TAS, insta "a mirar las marcas y compararlas".
"Si en los últimos Juegos Olímpicos se hubiera disputado de forma conjunta el maratón, habría habido 70 hombres por delante de la mejor mujer. En las pruebas de velocidad, las mujeres no habrían ni participado", dice.
La halterofilia es un deporte muy útil, apunta, para ver esas diferencias "porque las categorías se dividen por edad, sexo y peso, lo que permite comparar las marcas de personas de tamaño similar".
"Y se refleja una diferencia de entre el 20 y el 40 % superior en las masculinas", subraya.
La primera mujer trans en participar en unos Juegos Olímpicos, en los disputados en Tokio en 2021, fue precisamente una levantadora de pesas, la neozelandesa Laurel Hubbard, nueve años después de empezar su terapia hormonal.
El Comité Olímpico Internacional (COI) dejó en manos de la Federación Internacional (IWF) la inscripción de Hubbard en los Juegos, que se autorizó después de que ganase el oro en los Copa del Mundo de Roma, torneo clasificatorio, en la categoría de +87 kg.
Compitió en los Juegos con 43 años, la participante de más edad en el torneo olímpico de halterofilia. Su actuación creó una enorme expectación, pero su nivel deportivo no estuvo a la altura: tres nulos en arrancada la llevaron a la última posición de su grupo.
Tras los Juegos, agradeció la oportunidad y anunció su retirada.
La polémica generada por el caso Hubbard llevó al COI a revisar su política de participación de los deportistas transgénero. Pero lo que hizo fue derivar a cada federación internacional la regulación de su deporte, en busca de la fórmula perfecta: que puedan competir todos, pero en igualdad de condiciones.
El equilibrio es difícil, apunta Aguiar: "¿Que en el futuro hay otra forma de separar las categorías deportivas? Fantástico. Pero hoy por hoy no la hay".
"Hay quien argumenta que también hay jugadoras de baloncesto que son más altas que otras y hay que contar con esa ventaja, lo mismo que las jugadoras trans son más fuertes que las demás. Pero el sexo no es una característica más, como la altura. El sexo determina tener un cuerpo absolutamente diferente, con masa muscular y estructura ósea diferentes, hasta con órganos diferentes", indica.
La presidenta de la federación de atletismo de Alberta (Canadá), la exheptatleta Linda Blade, referente en los estudios sobre el deporte transgénero, coincide en que la categoría masculina es la que tiene que servir como categoría abierta para las mujeres trans porque lo contrario, asegura, "es como hacer correr a dos coches con carrocerías diferentes".
Para Aguiar, "el reto es conseguir la plena integración de las personas trans en el deporte, con pleno respeto y sin discriminación".
"Los hombres trans que compitan en la categoría que prefieran, porque no hay superioridad. Muchos siguen compitiendo en la femenina sin problema. Y las mujeres trans en la categoría del sexo biológico masculino. Eso no cambia su realidad para nada. Se les trata con la identidad elegida, con su nombre y pronombres deseados".
"Hay gente que no es consciente de la realidad que hay detrás", comenta. "El deporte de competición tiene muchas implicaciones. No hablamos de jugar un rato en la cancha del barrio. El deporte recreativo que se organice como quiera. Pero en el deporte de competición, y esto incluye desde la base, de la posición que ocupe un deportista depende su sustento económico".
Aguiar afirma que en sus contactos con las deportistas profesionales ha comprobado que en este debate "están calladas porque tienen miedo".
"El golpe psicológico de salir a competir sabiendo que van a perder de forma injusta es brutal. Competir contra una mujer trans que se beneficia de los efectos de la testosterona durante años en su cuerpo es como competir contra una persona dopada. La injusticia se comete gane o pierda", defiende Aguiar. "Y las deportistas sienten la presión de que se tienen que callar".
El actual proyecto de la nueva Ley del Deporte, que acaba de iniciar su trámite parlamentario, dice en su artículo 81 que será responsabilidad de los organizadores de competiciones oficiales evitar cualquier discriminación "por razón de sexo, clase social, origen racial, étnico o geográfico, así como por la religión, las convicciones, la discapacidad, la edad, la orientación sexual, la transexualidad o cualquier otra circunstancia personal o social".
El anteproyecto de ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI recoge la libre determinación de la identidad de género de las personas trans tras cumplimentar un formulario en el que manifestarán su petición de cambio, "sin medios de prueba ni testigos".
Este procedimiento pueden iniciarlo las personas mayores de 16 años por sí mismas y, entre los 14 y los 16, acompañadas de sus representantes legales.
Nueve comunidades autónomas, indica Aguiar, tienen leyes que obligan a competir en las pruebas deportivas conforme al sexo sentido, en lugar del biológico. Todas ellas han contado con apoyo político de distinto signo.
"¿Por qué?", se pregunta. "Porque no han llevado a cabo ningún estudio sobre su impacto en el deporte". Un estudio que ella invita a afrontar.