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Artículo de opinión: 'Ser mujer como quien tiene útero y vagina Carta abierta a Cristina Fallarás', por Lidia Falcón

Lidia Falcón Abril 22, 2025

Cristina Fallarás, en su último artículo no se atreve a decir quién es una mujer porque según ella solamente las personas que así se sienten tienen derecho a ello

Y provoca preguntando arriscadamente: ¿qué son las mujeres? ¿Quién osa decirlo? ¿Quién que no sean esas mismas personas? Y desafía ¿Tú osas? Yo no. ¿Tú osas decir lo que son? Para que las “Terf” como yo no nos atrevamos a decir que las mujeres son las personas que tienen útero, vagina, ovarios, porque son las que se reproducen.

Un canto a la identidad, dice la periodista, cuando en realidad no es más que una desviación del sentido crítico que antes llamábamos sentido común y que en ciencia es la definición de la realidad. Y la misma nos amenaza cuando añade que ese imperio de la identidad “se abre camino” . Y se abre camino, ante mi sorpresa cuando Cristina añade que ser mujer es jodido. Todas las puertas cerradas. Y sin embargo los esforzados y perseguidos trans se empeñan en serlo. Quizá nos aclare Fallarás que la motivación de escoger semejante destino se debe al carácter masoquista de los trans, que hay que respetar. Porque oponernos a ello es igual que oponerse al aborto y a la eutanasia como ha hecho siempre la derecha de sotana, cuartel y prostíbulo.

Y mientras tales argumentos me confunden nos enteramos de que los violadores y maltratadores de mujeres se convierten de pronto a su vez en féminas por su sola decisión y exigen que no les apliquen la ley que se aprobó contra los varones maltratadores; que si llegan a ser condenados pretenden ingresar en prisiones de mujeres donde alguna vez repiten la misma hazaña que les llevó allí; que las medallas de oro de las competiciones deportivas femeninas de natación, carrera y hasta boxeo y halterofilia se las ganan esos trans que tienen una estatura de medio metro más que la media femenina y unas piernas y unos brazos musculados que pueden con cualquier rival mujer. A la vez nos enteramos de que el Premio de cine y de teatro a la mejor actriz se lo ha llevado ese personaje al que nadie puede osarle decir que no es una mujer. No solo porque lo desafíe Cristina Fallarás sino porque la ley que han conseguido aprobar ampara sus delirios y persigue, sanciona y castiga a quien se atreva.

Convertida en defensora pública de la causa trans -siempre si nos fijamos la transición es de hombre a mujer y no al revés- Fallarás se atreve a predicar que “en el caso que nos ocupa subyace además la idea de propiedad. Parece que ser mujer es como tener una finca”, y sus reflexiones no le dan para entender que la propiedad que poseen las mujeres es un aparato reproductor que incluye además de la matriz y las trompas, vagina, ovarios, y mamas, y que todos ellos son evidentemente de su propiedad. Y ni pensar quiere la Fallarás que si la mujer trans va al ginecólogo posiblemente este le diga que no le puede atender porque sus circunstancias y dolencias no le corresponde tratarlas a él. Y no porque les hayan imbuido de un poder institucional que ella desprecia sino porque por más que fantaseen los trans que pretenden ser considerados mujeres deberán acabar en el consultorio de un urólogo para que puedan ser atendidos de un cáncer de próstata. Y esto no es un brutal retroceso como afirma Cristina, sino un enorme avance en la ciencia médica que le ha costado mil años lograr los conocimientos indispensables para atender las enfermedades y singularidades de los dos sexos como se merecen.

Reconozco que no puedo entender el convencimiento de Fallarás de que el complejo sistema de fecundación, hormonación y combinaciones genéticas que es necesario para engendrar y desarrollar el embrión humano, como el de todos los animales mamíferos, es una pura falacia inventada por las “transfobas” que nos negamos a darles el certificado de feminidad a quien posee los gametos XY y en consecuencia todas las demás características secundarias, para no encontrárnoslo meando en un lavabo público de señoras y tener que compartir servicio sin poder protestar.

Pero lo más lamentable de esta teoría de la identidad que se ha convertido en protagonista de un debate impensable hace unas décadas, no son siquiera estas elementales observaciones que estoy haciendo, sino que es una estrategia muy bien pensada por los lobbies de esos transmutantes, que está teniendo un gran éxito para dividir, debilitar y quizá acabar con el Movimiento feminista, como pretende. Porque detrás se hallan las más importantes empresas y consorcios farmacéuticos, médicos y quirúrgicos, y poderosas multinacionales de la ingeniería informática. Y bueno es siempre debilitar al enemigo que aunque sean mujeres iban tomando cada vez más ínfulas en sus reclamaciones feministas, que suman ya doscientos años, y enzarzarnos en necias polémicas que niegan los más elementales principios de la naturaleza. Leyes de la naturaleza que ha costado averiguar cientos de años a los más conspicuos médicos, antropólogos, físicos, químicos. Pienso qué sentiría Galileo comparando su experiencia con la que viviría hoy si se empeñara en definirse como hombre. De un plumazo la señora Fallarás ha hundido los avances científicos que han costado un millón de años alcanzar. Al desván de lo inútil Arquímedes y Esculapio, Hipócrates y Semmelweis, y los millones de mujeres, que al final llegaron a ser ginecólogas, ciencia reservada siempre a los médicos, a la par que el acceso a las universidades y el uso del bisturí, que lo tenían en exclusiva los hombres.

Gracias a los trans y a las que les apoyan, que han hecho de esta causa su principal preocupación, no solamente ya no sabemos quien es un hombre y quien es una mujer, sino, lo más lamentable, es que ya no sabemos para qué necesitamos la lucha feminista que nos ha consumido varias generaciones. Ese es el objetivo que buscaban -y están consiguiendo- los organizadores de esta campaña que teorizan sobre las identidades, al servicio de los poderes que quieren acabar con la contestación feminista. Dividiendo el Movimiento que comenzaba a tener influencia en una sociedad que sigue siendo fundamentalmente patriarcal, nos hacen más débiles y nos desprestigian, objetivo importante para quienes dominan los negocios de supuesto cambio de sexo, y para que socialmente ya no seamos las mujeres las protagonistas de la lucha por la igualdad y la equidad. Los lobbies lgtb y trans tienen mucho más dinero e influencias en los sectores de poder que las feministas y, como decía Lenin, cuando quieras saber el objetivo de cualquier movimiento pregúntate a quién beneficia.

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Publicado en Nacional, Sociedad

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