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La atención a los detalles, propia de las tradiciones contemplativas, el mimo con el que se han reproducido aspectos pictóricos y figurativos, desafía a nuestros sentidos cuando traspasamos el umbral del pequeño Centro Budista Kagyu Shedrub Chöling, en un lateral del Colegio Santa Catalina, en la calle Lucas Fernández Navarro, de Las Palmas de Gran Canaria
En efecto, podríamos pensar que nos hemos teletransportado al interior de un templo lamaísta de los Himalayas. El ambiente es animado y festivo, y no es para menos: los practicantes budistas de esta pequeña comunidad celebran el Losar, el Año Nuevo tibetano, cuya fecha se fija siguiendo el calendario lunar.
Siguiendo la tradición budista tibetana, se realizan varios ritos de purificación, recitación de mantras y meditación, entre los que destaca la práctica de Chenrezigk, el Buda de la Compasión, bajo cuyos auspicios se espera despertar lo mejor de nosotros mismos: un amor incondicional hacia todos los seres que nos asegure un año lleno de bendiciones y buenos augurios.
El año al que se le da la bienvenida es el 2150, que se corresponde, al igual que el calendario chino, con el de la liebre de agua. Pero la cultura tibetana presenta unos rasgos únicos que la definen como una de las más singulares y ricas del mundo.
Resulta imposible sustraerse a su colorismo recargado, su tupido simbolismo, presente hasta en los más mínimos detalles, pero, sobre todo, a la profunda vinculación que a lo largo de los siglos ha ido entretejiendo con la filosofía budista, omnipresente en cada una de sus manifestaciones.
La celebración culmina con una ofrenda de comida, denominada Tsok; una mesa generosa repleta de manjares que se reparten entre los asistentes. Para los budistas, los placeres de la vida no están reñidos con la disciplina de la práctica; siempre y cuando recordemos, nos advierten, de permanecer mentalmente en el espacio sagrado del momento presente y de desear de todo corazón que nuestro disfrute lo puedan compartir también todos los seres sin excepción.
Es un buen momento para mantener la atención consciente, como nos recomiendan las enseñanzas budistas. De lo contrario, podríamos seguir pensando que la realidad aún desafía nuestros sentidos. Porque, ¿quién iba a imaginar que en pleno día de carnaval de Las Palmas, en un recóndito y pequeño templo budista, estaba teniendo lugar una celebración tan extraordinaria?
Eso sí, también con mucho ánimo de fiesta. ¡Feliz Año 2150 de la Liebre de Agua! Que sea un buen año para todos.