Obituario: 'Lecciones y pensamientos de Cristóbal del Rosario', por Amado Moreno

Amado Moreno Septiembre 14, 2025

“Me preocupa más que la muerte física, la muerte moral de uno día a día o el doble lenguaje”

“Cuando yo me muera, con mi culo hagan sopa”, afirmaba con su típica socarronería canaria

“Creo en el nacionalismo que acepta una policromía de culturas, contrario a la globalización”

“Ninguna economía se desarrolla eternamente si no respeta el Medio Ambiente, único legado importante para las generaciones futuras”

WhatsApp Image 2025 09 07 at 11.48.03AMADO MORENO.- Ni como profesional de la Medicina, ni como persona, dejaba indiferente a nadie. Cristóbal del Rosario (1949-2025, Las Palmas de Gran Canaria), fallecido esta semana, era un tipo absolutamente fiable, incluso para aquellos que no gozaban de su privilegiada amistad, o mantenían diferencias opuestas o alejadas a sus principios ideológicos, marcados estos a sangre y fuego por su coherencia, altruismo inagotable, solidaridad y alineamiento con los vulnerables de la sociedad, también por el amor a su tierra. Su nacionalismo no era dogmático, ni excluyente.

Apostaba por un proyecto político “reconociendo a todos los que viven y trabajan en y por Canarias. El nacionalismo en el que yo creo acepta una policromía o mestizaje de culturas”, confesaba a este periodista una veintena de años atrás para una entrevista publicada en LA PROVINCIA-Diario de Las Palmas en julio de 2001, acompañada de dos fotos suyas, una con diez años posando en el Estadio Insular, tras haber sido inscrito como socio de la UD Las Palmas, su otra gran pasión deportiva.

Puntualizaba entonces que su nacionalismo era todo lo contrario de lo que hace la globalización cultural, “donde, si te descuidas, todo el mundo es gris con el pensamiento único”.

Era extremadamente combativo con el sistema neoliberal y remitía, como ejemplo central de sus críticas, a la OMC (Organización Mundial de Comercio) porque, a su juicio, había robado todo protagonismo a la OMS (Organización Mundial de la Salud), tras descubrir que la salud podía ser un nicho de negocio.

Su preocupación por la muerte era relativa. Despachó su reflexión al respecto con cierta vulgaridad deliberada: “Cuando yo me muera, con mi culo hagan sopa”, afirmaba con socarronería. Cuando lo dijo, estaba afectado por la muerte prematura de un buen amigo suyo: “Ya no existe. Si hay algo más allá, que nadie lo sabe, espero que la gente que se fue, ahora sea más feliz que en este mundo. No digo que la muerte no me dé miedo, pero tampoco me preocupa excesivamente”.

Su pensamiento iba más lejos sobre la cuestión: “Me preocupa más la muerte moral de uno día a día, o el doble lenguaje. Eso me inquieta más que la muerte física”.

Le ecología, el desarrollo sostenible, constituían otras ansiedades personales. “Ninguna economía se desarrolla eternamente si no respeta el medio Ambiente, único legado importante que podemos dejar a nuestros hijos y a las futuras generaciones”, sostenía.

Su amor por la Naturaleza y al continente africano le llevó continuadas veces de vacaciones con su familia a la localidad mauritana de Arguin, para disfrutar extasiado, en las noches del desierto sahariano, de un firmamento único, limpio de toda polución, empedrado de estrellas relucientes. Le emocionaba tanto la experiencia que meditó su retirada y establecimiento definitivo en aquel país, con el que había colaborado en sus servicios sanitarios, al igual que en otras ocasiones lo hizo en el campamento saharaui de Tinduf. “La gente allí es pobre y a la vez feliz a su manera, pese a sus limitaciones. No sufre la fiebre consumista de los países desarrollados”, observaba.

Años más tarde de aquella entrevista que tuvimos en 2001, compartí con Cristóbal del Rosario animadas tertulias radiofónicas en la Ser, invitados por Evaristo Quintana, siempre dispuesto especialmente a dar voz en sus micrófonos a los “sin voz” de la sociedad. Recuerdo el tono sereno y apasionado de Cristóbal en la defensa de sus posiciones, con una estructura argumentaria de cierta lógica, insobornable y fiel a sus convicciones, con las que nunca mercadeó. También aprendía de su respeto por el pensamiento distinto en aquellos debates en los que terciaban Sergio Millares, Marino Alduán, Paco Moreno y otros compañeros.

Me quedo con una de las sentencia más elocuentes del admirado Cristóbal, que no ha perdido actualidad: “Canarias tiene que examinar cómo se integra en Europa, cómo convivir con América y qué pasa con nuestra África tan cerca”.

Aún no había explosionado, ni iniciado, el grave problema migratorio que hoy sacude a Canarias con la arribada de pateras y cayucos del vecino continente.

*Publicado en La Provincia

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