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El barrio galdense de Piso Firme saboreó este domingo la XXIII edición de su popular Fiesta de la Cebolla, un evento que los vecinos celebraron con más ganas que nunca después de dos años sin poder festejarla por culpa del coronavirus. Cientos de personas pasaron por la cancha de Piso Firme para disfrutar de las tres agrupaciones folclóricas que amenizaron la jornada, de la entrega de premios a las cebollas más pesadas, del pescado encebollado que corona la mañana, del homenaje a Flor Jiménez y, por supuesto, de la bajada de la Virgen de Santa Rosa de Lima.
El evento, que organiza la concejalía de Desarrollo Socioeconómico, que dirige Tine Martín, supone cada primer domingo de julio un homenaje del pueblo de Gáldar a los agricultores, especialmente a la mujer cebollera, quienes, tradicionalmente han mantenido vivo un cultivo único en nuestra tierra
Teodoro Sosa, alcalde del municipio, resaltó que este producto “ha caracterizado durante décadas el cultivo de uno de los referentes históricos de nuestra ciudad. Con mucho orgullo seguimos defendiendo este producto que durante tantos años ha dado el sustento a familias en esta zona de Piso Firme y de Las Rosas”. “Las manos de los cebolleros y cebolleras, que han heredado durante muchos años esta bonita labor para que se mantenga hasta hoy, y sobre todo la zona de viento como es este lugar ha hecho que el producto sea reconocido de forma regional en todos los mercados como la cebolla de Gáldar”, comentó.
Por todo ello, Sosa pidió “a este barrio de Las Rosas y Piso Firme que sigan vinculados y que no se pierda esta tradición, que sigamos festejando estas fiestas. Después de dos años duros de pandemia hoy volvemos a retomarlo y la mejor imagen es volver a ver este lugar lleno de gente que ha venido a disfrutar de estas hermosas cebollas”.
El primer edil entregó los premios junto a concejales de la corporación municipal justo después de la entrada a la cancha de la virgen, que llegó de la mano de Isidoro Ramos, Domingo González, Braulio Mendoza y Juan Francisco Sosa, que estuvo amenizada por la Agrupación Folclórica Guadalupe de Moya. La ganadora de la cebolla roja de mayor peso se decidió por sorteo ya que las dos más voluminosas alcanzaban los 1,67 kilos. Así, la ganadora fue Dulce María Jiménez Díaz y la segunda Milagrosa Moreno Díaz. En el premio de cebolla blanca la primera de más peso fue de Dulce María Jiménez Díaz, de 1,88 kilos, y la segunda de Victoria Almudena Pérez Jiménez, de 1,85 kilos.
En cuanto a los lotes de diez cebollas, la ganadora de las cebollas rojas fue Victoria Almudena Pérez Jiménez, con un total de 14,82 kilos, y la segunda de Dulce María Jiménez Díaz, de 13,3 kilos. Por último, el lote de diez cebollas blancas de más peso fue de Jorge Ramos Mendoza, de 15,84 kilos, y el segundo de Milagrosa Moreno Díaz, de 15,08 kilos.
La jornada, que contó con las actuaciones de los grupos folclóricos Los Cebolleros, Los Cabuqueros y Surco y Arado, tuvo su momento más emotivo con el homenaje a Flor Jiménez. “Es una persona que ha estado vinculada al cultivo de la cebolla toda su vida y le deseo que siga luchando a nivel familiar porque es una mujer trabajadora”, aseguró el alcalde. Flor, nacida en 1955 en Pico Viento, contó que trabaja la cebolla desde que tenía 14 años, cuando empezó a ganar un sueldo de 25 duros. Sus padres y sus tíos la plantaban y se ayudaban unos a otros. Ella comenzó echando guano y limpiándolas, una tarea, resaltó, mucho más dura que hoy en día ya que entonces no había veneno.
Su padre trabajaba en una granja en Piso Firme, donde conoció a su marido y con quien se casó en 1976. Viuda desde el 2015, tiene seis hermanos, es madre de tres hijas y tiene un nieto y dos nietas. A Flor Jiménez le gusta decir que ella se crió en la cebolla. Tras casarse y tener a sus hijas se dedicó principalmente a criarlas pero siguió ayudando a la economía familiar plantando cebollas en sus tierras y vendiéndolas de manera particular. También trabajó en las flores y en los sectores del plátano y el tomate. El año pasado se jubiló tras unos años trabajando como pinche de cocina pero asegura que su vida fue siempre la agricultura. Flor Jiménez lamentó que la gente joven no se dedica tanto al cultivo de la cebolla pero les anima ya que lo considera muy satisfactorio. Hoy en día cuida de sus padres y ayuda en lo que puede a sus hermanos, hijas y nietos, para los que siempre saca fuerzas.
Origen de la Fiesta de la Cebolla
El cultivo de la cebolla en Gáldar se remonta a los primeros pobladores tras la conquista de la isla, que encontraron en la zona de Piso Firme y Las Rosas el abono perfecto: el viento. Durante generaciones, agricultores y familias cultivaban las cebollas como ejemplo de agricultura autárquica, para consumo local, hasta que en el siglo XIX la crisis de la cochinilla y el empeño de grandes empresarios como David Leacock hizo que se aumentara su producción para la exportación, a través del Puerto de Sardina, a otras islas o países.
Hoy su cultivo se reduce a unas 12 hectáreas, pero la Cebolla de Gáldar tiene algo especial que la hace única en el mundo: sus agricultores siguen apostando por las semillas tradicionales generación tras generación, una excepcionalidad debido a que los requerimientos del mercado presionan para que se utilicen variedades híbridas, más uniformes en tamaño, sabor y color, y que está provocando la desaparición de variedades locales.
De ahí que la Cebolla de Gáldar haya evolucionado de manera distinta, sobre todo debido al viento, a la temperatura y a las características volcánicas del terreno, lográndose ejemplares de alto contenido en magnesio, fósforo y potasio, ligeramente dulces, con bajos niveles de grasa y un bajo contenido calórico de acuerdo a los análisis realizados por la Universidad Politécnica de Valencia.
Fruto de esa evolución han resultado cuatro variedades únicas en el mundo: la ‘Chata de Sardina’, achatada, violeta oscuro, con un picor medio, se recolecta en mayo y es la acompañante ideal para el gofio amasado y escaldado. Por su parte, la ‘Roja’ no tiene forma homogénea, es también violeta oscuro, se recoge en julio y agosto y se utiliza para ensaladas por su escaso picor. La ‘Blanca’ es poco homogénea, marrón, se recolecta en julio y agosto, y debido a su escaso picor es recomendable para guisos y frituras. Por último, la variedad ‘Embarque’ es achatada, marrón y se recoge en mayo, además es la más picante y menos cultivada, ideal para guisos y frituras. De todas ellas se recogen unos 900.000 kilos al año.
Hace unos años se presentó en Piso Firme el libro ‘La Cebolla de Gáldar, tradición y ciencia’, dirigido por los técnicos de la Agencia de Extensión Agraria de Gáldar y editado por el Cabildo de Gran Canaria en el que se hace un análisis de las variedades, características y sus propiedades nutritivas y medicinales, y recoge el saber de los agricultores y su esfuerzo por perpetuar las semillas. Desde la Concejalía de Desarrollo Socioeconómico con este acto se rinde homenaje al esfuerzo de hombres y mujeres que durante generaciones han mantenido vivo este cultivo.