
La popular y veterana emisora de radio "Radio faro del Noroeste" sigue su proyección hacia una mayor ampliación de su cobertura.
Ayer domingo se vivió en Valleseco uno de esos momentos que se graban para siempre en la memoria de un pueblo. Entre abrazos largos y lágrimas contenidas, el Mercado Ecológico despidió al panadero Lisandro Cabrera Sall, quien, tras más de trece años de trabajo ininterrumpido, apagó por última vez el horno de su obrador
Desde primeras horas de la mañana, el aroma del pan recién hecho fue envolviendo los pasillos del mercado, pero esta vez traía consigo algo más que levadura: traía la emoción de la despedida, el reconocimiento de una trayectoria, la certeza de haber compartido algo más que un alimento. Decenas de vecinas, vecinos, clientela fiel y amistades se acercaron a acompañarlo en su última jornada entre masas, harinas y memorias.
Durante más de trece años, Lisandro ha sido una figura fundamental en la consolidación del mercado como espacio de referencia para la alimentación sostenible, gracias a su compromiso con la elaboración de panes artesanales de masa madre, integrales, de espelta, centeno, calabaza, semillas y otras variedades sin aditivos ni levaduras industriales.
Lisandro no solo fue un panadero. Fue un sembrador de afectos. Un hombre que convirtió su oficio en una extensión de su forma de estar en el mundo: con honestidad, con humildad, con pasión. En su obrador no se cocía solo pan; se cocían años de entrega, amaneceres compartidos, silencios que sabían a hogar. Cada hogaza tenía algo suyo. Algo de su alma.
Él mismo nos cuenta cómo empezó todo: “En el mundo de la elaboración del pan entré casualmente por mi hijo. Eso fue haciendo cola para comprarle unos libros antes de irse a Sevilla, hace unos cuantos años, y yo mientras esperaba cogí un libro de Dan Lepard, un hombre muy interesante, y lo ojeé. A partir de ahí comencé a hacer panes a nivel de aficionado”. Cuesta creer que una persona deje un trabajo tan sumamente opuesto al de la elaboración del pan y emprenda todo este camino sin ninguna ayuda. “Sí, fui autodidacta. Me leí todos los libros habidos y por haber, me vi todos los vídeos habidos y por haber, y después práctica y práctica y práctica hasta ir entendiendo cómo funciona la elaboración de un pan”.
Durante estos años, elaboró una variedad exquisita de panes que han dejado huella: pan de centeno integral, pan de espelta, pan de nueces, hogazas rústicas, pan de semillas, de pasas, de cebolla, y sus apreciadas piezas de pan de calabaza, entre otras joyas de la fermentación lenta y la masa madre. Cada pieza hablaba de su forma de entender la vida: natural, honesta, sin artificios.
Sus palabras, con la voz quebrada por la emoción, reflejaron el vínculo profundo construido a lo largo de los años:
“Nunca imaginé que hacer pan me conectaría tanto con tantas personas. No ha sido solo hornear, ha sido entregar pedacitos de mi vida en cada hogaza. Valleseco me lo ha dado todo: raíces, orgullo, y una familia que no es solo de sangre, sino de afectos, de calor humano. Estoy agradecido más allá de las palabras.”
El silencio que dejó su horno al apagarse fue elocuente. Un homenaje en sí mismo.
Una despedida compartida
En medio de la emoción, fueron muchas las voces que quisieron poner palabras al agradecimiento. Entre ellas, la de su hija, Celeste Cabrera Martel, que compartió un testimonio que resonó con una verdad serena y luminosa, “para mí, trabajar con mi padre ha significado encontrarme. La relación con el pan la desarrollé a través de él, sin darme cuenta, y he descubierto una pasión por el alimento que quizás no hubiera conocido de otro modo. El pan no es solo harina, masa madre y sal; también son personas, territorios, semillas. El pan me ha enraizado.”
Celeste, que empezó entre sacos de harina mientras aún terminaba el bachillerato, ha aprendido a mirar el mundo desde la masa. “El pan ha sido para mí un espejo para conocerme. Empecé viniendo porque quería estar cerca de mi padre, y acabé encontrando un universo. Hoy sé que el pan me ha dado humildad, quietud, y me ha enseñado a mirar el mundo desde lo invisible, desde lo que no se ve: el trabajo paciente, el mundo microbiano que lo hace todo posible. Hemos creado comunidad. Eso es lo que realmente alimenta.”
También Lisandro hijo, al frente del mostrador en esta jornada tan especial, quiso compartir su gratitud. “He sido testigo de tu esfuerzo incansable, papá. De tu fe en el trabajo bien hecho. Aprendí contigo que lo sencillo puede ser extraordinario. Estoy profundamente orgulloso de ti.”
Pero una de las voces más íntimas, su alma gemela, Loli Rodríguez Martín, emprendedora y compañera de vida y de mercado, añadió con ternura, “ha sido una experiencia muy bonita. No solo por lo laboral, sino por lo humano. Aquí hemos compartido con personas hermosas que venían con cariño, con alegría. Lisandro ha dado calor, no solo desde el horno, sino desde el alma. Me siento profundamente honrada y agradecida.”
La emoción fue compartida también por la concejala de Desarrollo Local y responsable del Mercado Ecológico, Rosa Delia Quintana Rodríguez, quien expresó unas palabras que reflejaron el sentir de todo un pueblo, “Lisandro, tu entrega ha sido parte del alma de este mercado. Has sido un referente para Valleseco y para toda Gran Canaria. Este no es un adiós, es un gracias. El horno seguirá encendido, pero lo que tú has sembrado quedará enraizado para siempre.”
Una nueva etapa comenzará con otra empresa en este obrador, pero la huella de Lisandro Cabrera Martel quedará como parte esencial de la historia del Mercado Ecológico. Porque hay despedidas que no apagan, sino que encienden la memoria.
Lisandro se despide. Pero su legado sigue creciendo. En cada pan, en cada gesto. En cada abrazo que se dio este domingo, donde Valleseco le dijo con el corazón en la mano: hasta siempre.
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