La Tierra de la Agricultura y la Ganadería - Nº 304

Junio 30, 2025

Un buen año nunca debería ser un año malo

Por muchos avances tecnológicos, transformaciones digitales, innovaciones agronómicas y técnicas de última generación, el trabajo en el campo, la agricultura y la ganadería, siguen dependiendo en gran medida de un factor incontrolable y en buena parte impredecible: el clima; cuyos efectos endógenos se ven condicionados cada vez más por factores exógenos, aquellos que la actividad humana se ha transformado en lo que ya conocemos como transición o cambio climático.

Negacionismos aparte, lo cierto es que cada vez son más frecuentes los fenómenos extremos, sean puntuales o de largo recorrido, como extensos períodos de sequías extremas, que minimizan la disponibilidad de agua y terminan afectando incluso a la supervivencia de árboles y animales.

Para atenuar estos desvaríos climáticos, los países más avanzados y los sistemas globales más organizados cuentan, aunque sean limitados e insuficientes, con mecanismos de prevención y compensación, como ocurre con los sistemas de seguros agrarios, los instrumentos de la Política Agraria Común en la Unión Europea o las ayudas extraordinarias que se exigen y se consiguen a duras penas cuando las situaciones son especialmente graves.

Incluso hay ejemplos, como el de la ley española de la Cadena Alimentaria, que bajo presión de los agricultores y ganaderos, liderados como en otros tantos temas por UPA, intentan poner orden en los desvaríos, mucho más incontrolables que los del clima, que provocan los especuladores y las “fuerzas del mal” que manejan las materias primas del campo como bienes para el enriquecimiento rápido y abusivo, sin contemplaciones.

A estas alturas de la historia no debería aplicarse ese viejo dicho del campo en el que con malas cosechas, año malo, y con buenas cosechas, año peor. Pero lo cierto, por incongruente que parezca, es que en 2025 estamos viviendo en España una situación incomprensible, con dos ejemplos de tanta extensión y dimensión como son los cereales y el olivar.

Todavía no se han superado los graves problemas de sequías concatenadas y cosechas desastrosas de cereales, en un país muy deficitario por la creciente demanda ganadera, sin olvidar los efectos de la guerra en Ucrania. En 2025, la generosidad del clima en forma de agua y buenas lluvias, vamos a tener una buena cosecha. Pero la realidad es que habrá producción, pero no hay precio ni rentabilidad. La historia de siempre.

Y en el olivar, después de sufrir años de escasez por las sequías, con el consiguiente efecto negativo en los resultados de las explotaciones familiares, mayoritarias en el sector, y un consumo retraído por precios excesivamente altos, cuando ahora recuperamos cierta normalidad en la oferta y la demanda, la conclusión conduce al mismo punto sin retorno: los precios se hunden en origen, sin explicación ni lógica de mercado.

En definitiva, que algo estamos haciendo mal y, sin duda, los responsables no somos los productores y productoras de la agricultura y la ganadería familiar.

Por ello, exigimos que se apliquen las leyes, que se ordenen los mercados y se eliminen los márgenes -nunca mejor dicho- de actuación de los especuladores sin escrúpulos. Para que, de una vez por todas, un buen año no sea nunca más un año malo.

Editorial del número 304 de la revista LA TIERRA de la Agricultura y la Ganadería.

Publicado en Nacional, Sociedad