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Entre los muchos amigos que tuvieron los hermanos Juan y Fernando León y Castillo, sin temor a dudas, uno de los más allegados y valedores fue Práxedes Mariano Mateo Sagasta y Escolar (Torrecilla en Cameros, 21 de julio de 1825-Madrid, 5 de enero de 1903)
Llegado a Madrid Fernando, se presenta a una serie de personas que hacía unos años formaban parte del círculo más íntimo de su hermano Juan, por entonces, estudiante de ingeniería de Caminos Canales, Puertos y Señales Marítimas. Uno de ellos fue el ya iniciado en las lides políticas, el riojano Sagasta, quien no dudó en ayudar en todo lo que pudo al joven estudiante de Derecho. Así arrancará la conferencia del ciclo mensual ‘Los amigos y amigas de Fernando León y Castillo’, dirigido e impartido por el cronista oficial de Telde y exdirector de la Casa-Museo León y Castillo en este mismo centro museístico, Antonio María González Padrón. La cita de abril está fijada para el día 4, a las 19:00 horas, con entrada libre, como es habitual.
Este ciclo está conformado por charlas dedicadas a aquellas personalidades que jugaron un papel decisivo en la vida del político y grancanario Fernando León y Castillo, en la esfera cultural, política y social de una época caracterizada por la restauración de la monarquía de los Borbones en España. El proyecto tiene una cita mensual desde enero hasta junio, con asistencia libre y gratuita.
“Atrás quedó, si la hubo, la competencia entre Juan León y Castillo y Sagasta ya que los dos fueron aventajados condiscípulos en la carrera de ingeniería, llegándose a disputar el número 1 de su promoción”, contará el historiador en su charla. “Años más tarde, el político verá en los hermanos León y Castillo un apoyo indiscutible para afianzar el poder de los liberales en el archipiélago canario”.
La valía de don Fernando, demostrada a través de un extraordinario expediente académico, le allanó el camino para que Sagasta pudiera elegirlo como ministro hasta en dos ocasiones: una para la cartera de Gobernación, y otra para la de Ultramar. “La personalidad arrolladora del teldense jamás chocó con la no menos voluntariosa de Sagasta, pues ambos se sabían poseedores de grandes virtudes, entre las que se encontraba la fidelidad y la coherencia ideológica”, asegura González Padrón.
“A lo largo de sus vidas, no tuvieron tropiezo alguno y, es más, llegaron a depender uno del otro, asistiéndose mutuamente con la cercanía y los buenos consejos. El respeto mutuo se aprecia en muchas de las cartas que intercambiaron, siendo la franqueza expositiva y la llaneza en las expresiones empleadas, las que hacen elevar esas misivas a documentos históricos de primer orden, tanto a nivel nacional, como internacional”, añade el cronista sobre esta profunda amistad.