Tras haber permanecido casi un año ocupando junto a la pandemia la mayor parte de la actualidad informativa en Canarias, la cuestión migratoria ha ido desapareciendo poco a poco de las portadas, creando la sensación de que ya acabó, de que ya es pasado. Pero lo cierto es que muchas personas siguen arribando a nuestras costas y, en demasiados casos, muriendo en un conteo casi diario. No desaparecen, en cambio, las vergonzosas e impactantes imágenes de seres humanos alojados en espacios que no cumplen las mínimas condiciones de dignidad. Y es que sigue sin impulsarse la acogida solidaria de los menores no acompañados entre las distintas comunidades y cada vez es más evidente que todo forma parte de los planes para convertir a las islas en un espacio de retención y detención de personas migrantes.

El escenario se ha trasladado estos días a Lanzarote, donde encontramos la que ya es conocida como “nave de la vergüenza”. Se trata de una nave industrial destinada a hacer la filiación, es decir, la identificación, de las personas que llegan en patera, para incluirlas en una base de datos. Se supone que no deberían pasar más de 72 horas en ese recinto, pero la llegada de muchas embarcaciones a la vez y los problemas derivados de la realización de las pruebas PCR para detectar casos de coronavirus, provoca que en ocasiones tengan que permanecer en ella mucho más tiempo. Y también la desidia, la falta de respeto por las personas migrantes…

A finales de septiembre se difundió un vídeo de unos pocos segundos pero en el que se apreciaba el nivel de hacinamiento e insalubridad de este espacio. Cientos de personas tiradas en el suelo en colchones o esterillas, pegadas unas a otras, con unos pocos baños químicos, sin agua corriente, sin duchas o lavabos, en una nave industrial insuficientemente ventilada y prácticamente sin luz natural. La imagen real de ‘la Europa de acogida y refugio’.

De hecho, este mismo establecimiento ya fue cerrado tras un informe del Defensor del Pueblo, pero en apenas unos meses el Ministerio del Interior volvió a reabrirlo para realizar las labores de filiación anteriormente explicadas. ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo se siga sin contar con una infraestructura digna en la que poder realizar esta labor? ¿Piensa el Ministerio del Interior seguir vulnerando los derechos humanos de estas personas? Pero, insisto, ese es el plan: lo sucedido en Moria (Lesbos) o Lampedusa, se está aplicado a Canarias.

Otro caso similar fue la llamada “Nave del Queso” en Fuerteventura: unas instalaciones cedidas para que las personas llegadas en patera pudieran pasar la obligada cuarentena por motivo de la COVID. Pero la edificación no cumplía con las mínimas condiciones sanitarias, lo que unido al hacinamiento y la falta de ventilación provocaba los contagios de las personas internas, forzadas a pasar varias semanas encerradas sin poder salir, en un espacio no apto ni pensado para alojar personas, en el que no veían ni la luz del sol.

En este caso, además del Defensor del Pueblo, el inhumano estado de este dispositivo de acogida mereció también el reproche de la organización Amnistía Internacional. Y estamos hablando de un espacio que llegó a albergar a casi 240 personas juntas, hacinadas. La nave tuvo que ser desalojada, pero, al igual que ocurrió en Lanzarote, recientemente se ha vuelto a reabrir para su uso como Centro de Acogida Temporal de Extranjeros (CATE). La pregunta es si el Ministerio de Migraciones piensa volver a repetir las atrocidades en la acogida que ya se cometieron en esa misma nave.

Cito dos casos recientes y muy similares para destacar que lejos de mejorar, la situación de la acogida de personas migrantes en nuestras islas sigue siendo dramática. En lugar de utilizar las cientos de plazas que siguen disponibles en el conjunto del Estado español y presionar a la Unión Europea para implicar a otros países en la acogida, el Gobierno español prefiere seguir amontonando a seres humanos en condiciones infrahumanas en espacios improvisados. Por cierto, en Gran Canaria han reabierto el CIE, en el que se encuentran 15 personas procedentes de Senegal en las mismas condiciones indeseables que ha denunciado repetidamente el magistrado responsable de su control.

Y, mientras tanto, delante de nuestras costas continúa el peor de los dramas, que nos ha convertido en la ruta migratoria más mortífera del mundo. El día 2 de éste mismo mes, Salvamento Marítimo rescataba a 178 personas en el mar, repartidas en 4 embarcaciones, una de las cuales llevaba cinco días a la deriva. En esta operación apareció, en estado de descomposición, el cadáver de una mujer que llevaba varios días muerta.

Poco después, el 4 de noviembre, distintos medios y el periodista Txema Santana informaban de una nueva tragedia cerca de nuestras costas. Entre 30 y 34 personas habrían muerto cerca de Cabo Verde, tras naufragar su embarcación. Según estas informaciones la patera salió de Dajla (Sáhara Occidental) el 23 de septiembre y llegó a Cabo Verde, a la isla de Sāo Nicolau, con 3 personas muertas a bordo. Los familiares de estas personas afirmaron que en esta tragedia murieron al menos 10 niños, uno de ellos de 3 años. Otra historia desgarradora que viene a demostrar que las políticas de estricto control migratorio de la UE (conocidas como la “Europa Fortaleza”) no funcionan y solo generan muerte y sufrimiento.

Las migraciones han existido a lo largo de toda la historia y van a seguir existiendo, por lo que debe haber una gestión adecuada para que sea un factor de desarrollo y bienestar para las personas que migran, así como para los países de acogida y origen. Pero mal gestionadas generan un sinfín de problemas sociales, vulneración de derechos humanos y aumento de la xenofobia, de lo que se aprovechan organizaciones populistas y extremistas, como ha hecho VOX hace unos días y como están haciendo en nuestra isla, para no quedarse atrás y perder votos reaccionarios, otras organizaciones de derechas que han acudido a los medios de comunicación a relacionar la migración con la inseguridad, el paro y la pobreza.

Desde el Cabildo de Gran Canaria no vamos a parar de exigir una gestión integral del fenómeno migratorio, que incluya la existencia de dispositivos de primera acogida dignos y seguros, un reparto solidario y estructurado de estas personas, con especial hincapié en los menores, políticas que promuevan la integración y la convivencia intercultural así como de lucha contra el racismo y la xenofobia y que España defienda la apertura paulatina de vías legales y seguras que permitan a las personas migrar sin jugarse la vida o tener que recurrir a mafias. Y sobre todo no vamos a consentir que nos conviertan en islas cárceles de personas migrantes.

Antonio Morales Méndez. Presidente del Cabildo de Gran Canaria.

En apenas una semana, se cumplirán dos meses del inicio de la erupción volcánica en La Palma. Una catástrofe natural que ha cambiado la vida a más de siete mil palmeros desplazados de sus hogares por el paso de la lava. Unos ya saben que la voracidad del volcán ha acabado con sus sueños; otros miran con resignación qué camino toman las coladas, a la espera de que el sacrificio de años de trabajo no quede sepultado. La situación que se vive allí es extremadamente complicada, y lo he podido palpar con ocasión de la reunión de los cabildos canarios, celebrada hace unas semanas en la Isla Bonita.

Se puede decir con pocas palabras, pero pocos pueden imaginar lo que supone perder sus hogares, sus fincas, sus comercios, en definitiva, su vida, en apenas horas o días. Son más de dos mil las edificaciones afectadas, mil hectáreas arrasadas por la lava y un impacto social que parece incalculable, porque a los bienes materiales se une una larga lista de sueños truncados de familias de barrios como Todoque o La Laguna.

Quizás una de las mayores incertidumbres que hoy tienen esas familias es saber qué pasará con ese suelo devastado por la lava y conocer si es posible recuperar estas zonas. Por este motivo, esta semana trasladé al Parlamento de Canarias la urgencia de iniciar las modificaciones legales oportunas para que, en el terreno que se den las circunstancias adecuadas, una vez concluya la erupción, se valore la posibilidad de darle un uso urbano o agrícola. No es tarea sencilla. En algunos casos será imposible, pero se trata de reducir al máximo el desarraigo de los miles de ciudadanos desplazados.

Conozco la voluntad del Gobierno autonómico de trabajar en esta línea y valoro los esfuerzos que se han realizado hasta ahora. Pero no debemos desfallecer en el intento, porque la urgencia que tiene dar respuesta a la situación habitacional de estos vecinos, tiene que ir unida a la búsqueda de alternativas de este tipo. Se trata de intentar recuperar los pueblos, iniciar sus cimientos desde cero, con la ilusión de que las historias personales que el volcán ha dañado, puedan regresar a estos lugares.

Mientras esta realidad se estudia, la unidad de las administraciones canarias ha sido fundamental para que esta semana se haya entregado la primera tanda de viviendas a los afectados en Tazacorte, a la que se irán uniendo otras en varios municipios de la comarca de Aridane y en otros puntos de La Palma. Es una solución provisional a la consecuencia más grave de la erupción, que se palpa en testimonios como el de María, una vecina desalojada de Las Manchas, que pasa este amargo trago en un complejo turístico de Fuencaliente, desde el que narraba angustiada la que define como la peor situación de su vida.

Si algo debemos aprender de este testimonio es la responsabilidad que hay que adoptar desde las administraciones públicas. Se está dando respuesta y actuando con diligencia, pero no podemos caer en el error de asumir que esto pasará rápidamente. Ahora, La Palma necesita medidas dimensionadas a esta realidad y sumar esfuerzos de la Unión Europea, el Estado y el Gobierno de Canarias, coordinadamente con el Cabildo insular y los ayuntamientos afectados, para que los graves problemas que hoy padece la sociedad palmera tengan soluciones a medida de las circunstancias.

Queda un largo camino en el que La Palma nos tendrá a su lado. Es el momento de mirar hacia adelante y comenzar a escribir el futuro de una tierra que, tengo el convencimiento, sacará lo mejor de sí para remar en este río de lava en el que les ha tocado navegar.

Casimiro Curbelo. Presidente del Cabildo de La Gomera y portavoz de ASG en el Parlamento de Canarias

Europa y los países desarrollados están viviendo las consecuencia de la descolonización y los errores que eso ha supuesto de forma muy brutal. El traslado de las empresas al sureste asiático incluidas China y la India por un afán exclusivamente lucrativo y esclavizante para la población de la zona, está dando paso a una de las crisis más importantes que puede tener el mundo occidental desde la gran depresión de finales de los veinte y que trajo consigo la locura de la segunda guerra mundial. Dicha depresión no se terminó hasta bien entrada la década de los cincuenta con la resconstrucción europea. Una reconstrucción que no se hizo en función de la ciudadanía, se hizo en función de los poderes económicos, no en vano su primer nombre fue el de La Unión Económica de Europa, en ella participaron y salieron muy beneficiados las grandes corporaciones, sobre todo alemanas. En esa reconstrucción también contaron muy especialmente los grandes bancos con beneficios muy lucrativos. Luego llegó la Europa Verde, esa EUROPA del mundo rural que alimentaba a la población. A España llegaban las migajas de la ayuda americana, el queso en botes y la leche en polvo a cambio de permitir las bases en nuestro país.

A finales de los cincuenta empezó la gran emigración de los españoles a la Europa como tierra prometida, pero también como comienzo del abandono del mundo rural, o como se dice ahora eufemísticamente, la España vaciada. En Canarias la tierra prometida siempre ha estado al otro lado del Atlántico, primero Cuba, Argentina y Uruguay, y luego Venezuela a la que no en vano se le ha llamado la otra patria por muchos canarios. También hubo una pequeña emigración a los países nórdicos como Suecia y Noruega.

Ahora y volviendo a la crisis post pandémica, nos encontramos con los dos males que todavía no sabemos el alcance que puedan tener los mismos.La deslocalización empresarial y la globalización, ambas muy vitoreadas y puestos en los altares por el gran capital. El resultado por lo que estamos viendo, no puede ser más desastroso a todos los niveles para la ciudadanía planetaria, estos dos males, son los que han hecho posible por una parte el desabastecimiento y encarecimiento luego post pandemia de todos los productos habidos y por haber. Pero también el enriquecimiento de unos pocos como nunca antes había sucedido. Mientras se esclavizaba por una parte a los trabajadores con muchas horas de trabajo y muy bajos salarios, sus productos en los países supuestamente desarrollados se consumían con voraz apetito como si el producir y el consumir fuese la meta del ser humano.

Pero llegó la crisis y como diría Carlos Puebla en su canción, " Llegó el comandante y mandó parar " y vaya que si paró, se paralizó todo, y como todo venía de lejos pues la puesta en marcha ahora está tardando en llegar en beneficio de los mismos especuladores que apostaban por la deslocalización y globalización. Bueno no me gusta faltar a la verdad, En Europa todo no se paró durante la crisis, el sector sanitario trabajó más que nunca, se descubrieron profesiones alas que no se les había valorado nunca y que si visibilidad era nula como las personas de los servicios de la limpieza de los hospitales, por cierto, muy mal pagados pero que desarrollaron un trabajo solidario y peligroso de vital importancia, y que parece que nos hemos olvidados de ellos y ellas, lo mismo que los y las empleadas de los supermercados, o los transportistas que hicieron posible que los productos llegasen a los lineales.

Y un sector enormemente estratégico al que no terminamos de valorar y que siempre se nos olvida, pero que ha demostrado que sin ellos y ellas nada de lo demás hubiese sido posible, el sector primario, y cuando digo el sector primario me estoy refiriendo al pequeño y mediano agricultor y a la agricultura familiar, que estuvieron antes, durante y siguen estando ahí en la salida de la pandemia. No somos conscientes de lo que supone tener un sector primario responsable, tenaz y eficaz, que es el que nos oferta soberanía y seguridad alimentaria para todos. Y de verdad somos conscientes de lo que eso significa ? me cuesta mucho trabajo creerlo, los hechos demuestran lo contrario, vamos a intentar ser concretos y claros para explicarlo y que todos lo entiendan.

Deslocalizar el sector primario no es lo mismo que deslocalizar la construcción de las piezas de un automóvil, nada que ver una cosa con la otra. El sector primario es la base de todo lo demás, para poder hacer todo lo demás hay que comer, estar bien alimentado es lo que sostiene a la humanidad para poder ejercer todo lo demás. Pero parece que ni las administraciones, ni la ciudadanía lo terminan de entender. Entiendo que el primer deber de todo gobernante es o debería ser el tener una población bien alimentada, con calidad y seguridad. Pero desde la llegada de las grandes superficies y distribuidoras, las grandes empresas de la alimentación o bien diría yo de la especulación, con es visto bueno de la supuesta Europa verde abandona los principios de la soberanía y seguridad alimentaria en prejuicio de la ciudadanía, para que unos pocos hagan su agosto mientras otros muchos se arruinen.

Se hacen acuerdos con terceros países para supuestamente mejorar la vida de esos ciudadanos, mentira cochina. Las mejoras nunca llegan a la ciudadanía, lo que hacen es engordar las carteras de los que ya las tienen llenas a base de la miseria de los pequeños agricultores de esos países, pero también del territorio nacional, en Europa no más de cincuenta grandes empresas controlan sin que nadie les eleve la voz la producción alimentaria de terceros países que entran en malas condiciones fitosanitarias para todos los europeos. La demostración palpable de todo eso la tenemos con los cítricos españoles, mientras nuestras naranjas y mandarinas se caen al suelo, la gran distribución tiene sus lineales llenos procedentes de Sudáfrica o Latinoamerica, lo más sangrante es la ruina del sector, a eso hay que añadirle en que en muchos de los lineales se tiene la jeta de poner en la etiqueta naranja de Valencia o producto español, sin que nadie desde las administraciones sea capaz de denunciar y multar por tamaño engaño al consumidor. No es posible, por ejemplo, que un país como Holanda pueda poner en el mercado más toneladas de naranjas que España, o que en nuestro país se le engañe al consumidor diciendo que son españolas cuando no lo son.

Lo mismo sucede con otros productos, el aceite de oliva, el tomate, la sandía, el melón, en definitiva, pagaremos muy caro la deslocalización y globalización alimentaria, y lo pagaremos caro doblemente, una es con la ruina del sector, la otra es con la ruina medioambiental del planeta. De hecho ya lo estamos pagando con la producción intensiva, miremos al Mar Menor u a la ganadería intensiva y sus destrozos, aquí y en el planeta, hemos dicho siempre que el Amazonas es el pulmón de la tierra, al ritmo que se destruye para alimentar a las ganaderías intensivas poco pulmón quedará. De nada valen las cumbres por el clima sino respetamos con seriedad la vida del sector primario.

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